- Vida conventual.
El
ingreso al convento estuvo regulado por una regla con la que se manejaban todos
los conventos concepcionistas, en la que se establecía las condiciones con las
que podían ser admitidas las jóvenes.
Las
menores ingresaban como pupilas para que fueran educadas y criadas, las novicias, debían contar con más de doce
años de edad. Para profesar deberían haber cumplido 16 años, hacer el pago de
dote y renunciar a todos sus bienes materiales.[1] Por otra parte, Josefina
Muriel nos dice que tampoco debían ser ancianas; tenían que demostrar su origen
español o criollo, contar con buena salud; saber matemáticas, leer, escribir y
ejercicios como coser, cocinar, etcétera; además para el ingreso, debían hacer
un pago de 4000 pesos de dote.[2] Algo que es importante
mencionar es que no se aceptaban jóvenes que fueran llevadas en contra de su voluntad.
Representación de la profesión de una monja concepcionista
Una
vez tomando el hábito de monja de velo negro o blanco, se comprometían mediante
el voto de obediencia a seguir los mandatos de sus superiores, el obispo y la
abadesa; además con el voto de castidad, renunciaban a todo placer carnal; con
el de pobreza, renunciaban a todos los bienes materiales y con el voto de
clausura, se comprometían a nunca salir del convento.[3]
Regularmente
los conventos recibían la visita del obispo quien se encargaba de vigilar que
se cumplieran las reglas establecidas; por otra parte, la abadesa era quien
ejercía el poder dentro del monasterio, sin embargo no podía tomar decisiones
sin la consulta previa del Consejo.
Entre
las actividades que se llevaban a cabo dentro del convento, resaltan
principalmente, la oración del Oficio Divino y del Oficio de Nuestra Señora de
manera obligatoria, en donde las religiosas de coro eran quienes se encargaban
de hacer el rezo. En las horas libres que quedaban después de las oraciones, se
dedicaba tiempo a las labores domésticas y a la enseñanza de las niñas.
[1] Salazar Simarro Nuria María Rosa, (2002), Salud y vida cotidiana en la clausura
femenina. El convento de Jesús María de México, 1580-1860, (Tesis de maestría
en Historia), Universidad Iberoamericana, México.
[2]
La autora nos dice que este pago de la dote no siempre se hacía completo debido
a la falta de recursos de la familia de la joven.
[3]
Se les autorizaba salir del convento, sólo en casos específicos como la
fundación de otros conventos, por emergencia ante desastres naturales como
incendios, inundaciones o temblores.
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