viernes, 11 de noviembre de 2016

Acercamiento a la vida musical en el Convento de la Concepción, Ciudad de México, siglo XVIII. (Parte 2)

  • Vida conventual.
El ingreso al convento estuvo regulado por una regla con la que se manejaban todos los conventos concepcionistas, en la que se establecía las condiciones con las que podían ser admitidas las jóvenes.

Las menores ingresaban como pupilas para que fueran educadas y criadas,  las novicias, debían contar con más de doce años de edad. Para profesar deberían haber cumplido 16 años, hacer el pago de dote y renunciar a todos sus bienes materiales.[1] Por otra parte, Josefina Muriel nos dice que tampoco debían ser ancianas; tenían que demostrar su origen español o criollo, contar con buena salud; saber matemáticas, leer, escribir y ejercicios como coser, cocinar, etcétera; además para el ingreso, debían hacer un pago de 4000 pesos de dote.[2] Algo que es importante mencionar es que no se aceptaban jóvenes que fueran llevadas en contra de su voluntad.

Representación de la profesión de una monja concepcionista

Una vez tomando el hábito de monja de velo negro o blanco, se comprometían mediante el voto de obediencia a seguir los mandatos de sus superiores, el obispo y la abadesa; además con el voto de castidad, renunciaban a todo placer carnal; con el de pobreza, renunciaban a todos los bienes materiales y con el voto de clausura, se comprometían a nunca salir del convento.[3]

Regularmente los conventos recibían la visita del obispo quien se encargaba de vigilar que se cumplieran las reglas establecidas; por otra parte, la abadesa era quien ejercía el poder dentro del monasterio, sin embargo no podía tomar decisiones sin la consulta previa del Consejo.

Entre las actividades que se llevaban a cabo dentro del convento, resaltan principalmente, la oración del Oficio Divino y del Oficio de Nuestra Señora de manera obligatoria, en donde las religiosas de coro eran quienes se encargaban de hacer el rezo. En las horas libres que quedaban después de las oraciones, se dedicaba tiempo a las labores domésticas y a la enseñanza de las niñas.




[1]  Salazar Simarro Nuria María Rosa, (2002), Salud y vida cotidiana en la clausura femenina. El convento de Jesús María de México, 1580-1860, (Tesis de maestría en Historia), Universidad Iberoamericana, México.
[2] La autora nos dice que este pago de la dote no siempre se hacía completo debido a la falta de recursos de la familia de la joven.
[3] Se les autorizaba salir del convento, sólo en casos específicos como la fundación de otros conventos, por emergencia ante desastres naturales como incendios, inundaciones o temblores.


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