viernes, 11 de noviembre de 2016

Acercamiento a la vida musical en el Convento de la Concepción, ciudad de México, siglo XVIII (parte 3)

  • ·         La música en los conventos de monjas
·    Entre las diversas actividades realizadas por las religiosas dentro de los conventos, se destacan las de carácter intelectual, como es el caso de la interpretación y la composición musical.

Para adentrarnos en el tema, hay que señalar cuál fue el uso principal que se le dio a la música dentro de estas comunidades conventuales, tomando en cuenta la marcada influencia que la religión mantuvo sobre la sociedad virreinal, donde estuvo siempre presente en los eventos públicos en que la música imprimía un carácter solemne a cada evento. Mario A. Ortiz, nos dice que además la música también adquiere la función de medio de expresión y de identidad de las religiosas dentro de los claustros.[1]

En los conventos se solían interpretar dos tipos de música, una era la religiosa, a la que se le puede considerar como oficial y la profana que se solía escuchar en las celdas o locutorios del convento.

En cuanto a la música profana o de celda, Mario A. Ortiz, sostiene que sólo se tiene registro de ella en los relatos y algunos documentos biográficos del periodo[2], por otra parte, la música religiosa era exclusivamente para actos oficiales como misas, el canto del oficio divino, toma de hábito, profesiones, oficios de difuntos, sepulturas, y demás celebraciones. La diferencia que Luis Lledías señala entre estos dos tipos musicales, radican en el lugar en donde se desarrollaban y el carácter con que se interpretaban, además, nos dice que estas melodías fueron compuestas para ser interpretada con voces y acompañamiento musical.[3] Entre los instrumentos más utilizados se encuentran: el violín, órgano, arpa, clavecín, contrabajo, y bajón principalmente, siendo los dos últimos los más necesitados.[4]

Familia de bajones (www.ladanserye.com)
 
Clavecín (musicalico.blogspot.mx)

         Por otra parte, Josefina Muriel señala que según algunas crónicas e historias de las instituciones, la educación musical era impartida por las religiosas, sin embargo se dio el caso en que los propios maestros de capilla impartían clases tras las rejas del locutorio o del coro bajo, la instrucción era dirigida principalmente a niñas educandas. [5]

Luis Lledías señala que desde el siglo XVI se tenía conocimiento de la habilidad de las religiosas en la interpretación de piezas musicales, además de la valoración que se tuvo de la música llegando al punto de eximir del pago de la dote a las jóvenes que se mostraran diestras en estas artes. Por tal motivo la preparación de las mujeres dentro del ámbito musical fue cambiando con el tiempo, modernizando el repertorio e introduciendo nuevos instrumentos de acompañamiento de acuerdo con la época.[6]

Dentro de los conventos existieron jerarquías relacionadas a los oficios musicales. Por una parte se encontraban la vicaria de coro, quien se encargaba del canto para el oficio divino. En segundo lugar se encontraba la Maestra de capilla, quien se encargaba de la dirección de los instrumentos y las polifonías; finalmente se encontraban la organista y las instrumentistas, lugares que siempre fueron ocupados por las monjas de coro y velo negro.

El ingresar a un convento dotaba a las jóvenes de gran prestigio social, ya que su acceso no fue abierto a todas las mujeres, dadas las condiciones que ya se han mencionado como los excesivos gastos que el hecho implicaba. Sin embargo, gran parte de la población femenina que se encontraba en un estado de pobreza o abandono tuvo la opción de recibir una instrucción musical en la que se vieron obligadas a adquirir el dominio de varios instrumentos, incluida la voz,[7] para que de esta manera pudieran acceder fácilmente al convento como religiosas de coro y velo negro, título que además las dotaba de algunos beneficios de carácter social dentro del convento.

El proceso de ingreso al convento a título de música, estuvo regulado principalmente por el arzobispado, es por esto que adquiere importancia su estudio ya que da cuenta de la realidad social de este proceso en que la participación del monasterio sólo se limitaba a hacer la petición de ingreso y a estar presente en el examen de la postulante.

Hacer un análisis acerca de las distintas formas culturales que se fueron desarrollando dentro de los conventos femeninos, en este caso particular, refiriéndome al aspecto musical que se desarrolló en el convento de la Concepción, el primero fundado en Nueva España, nos dejará ver un aspecto importante de las relaciones y formas sociales dentro de esta institución religiosa, en el que si bien, era evidente la presencia de jerarquías y de normas estrictas bajo las que se regían las religiosas, también se observó que dichas reglas podían modificarse o adquirir cierta flexibilidad, pero por otra parte pudieron desarrollar su arte componiendo e interpretando melodías de carácter profano con las que pudiéramos pensar que a través de estas manifestaciones se lograban mantener una especie de contacto con la vida fuera del encierro conventual.



[1] Mario A. Ortiz, “Euterpe en los conventos femeninos novohispanos” en Sandra Lorenzano (editora) Aproximaciones a Sor Juana, Universidad del Claustro de Sor Juana, FCE., México, 2005
[2] Mario A. Ortiz, op cit, p. 243.
[3] Luis Lledías, 2003, La actividad musical de las monjas de coro y velo negro en el Virreinato de la Nueva España, en Monjas coronadas. Vida conventual femenina en Hispanoamerica, CONACULTA, INAH, Museo Nacional del Virreinato, Ministerio de Cultura, República de Colombia, Museo Nacional de Colombia, México, 2003, p. 161
[4] Mario A Ortiz, op cit. 246.
[5] Josefina Muriel, Cultura Femenina Novohispana, UNAM, México, 1994, p. 483.
[6]Luis Lledías, “La actividad musical de las monjas de coro y velo negro en el Virreinato de la Nueva España”, en Monjas coronadas. Vida conventual femenina en Hispanoamerica, CONACULTA, INAH, Museo Nacional del Virreinato, Ministerio de Cultura, República de Colombia, Mueso Nacional de Colombia, México, 2003.
[7] Luis Lledías señala, que las jóvenes que tenían buena voz y que además dominaban la ejecución del violín, contrabajo o bajón, las dotaba de grandes privilegios que facilitaban su entrada en los conventos. Op cit. p. 157.

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